26 febrero 2010

He aquí el secreto para acabar con todas las carencias de la Fórmula 1 actual

Los hemos repetido un millón de veces. Me atrevería a afirmar sin temor a equivocarme que les hemos dedicado casi el mismo número de entradas que a los pilotos o a la técnica de sus bólidos -¿o tal vez más entradas que ambos temas juntos?-. Que si el sistema de puntuación de nuestros sueños; que si la F1 es como el parchís -pues siempre sabes de antemano los cuatro que pueden ganar-; que si Max y Bernie son unos viejos chochos que sólo tienen ideas descabelladas mientras la FOTA se cubre de gloria sugiriendo puntos por el pitstop más rápido o por el comentario más ingenioso por radio; ah, sí, y ese requerimiento a los pilotos para que firmen más autógrafos, se dediquen más al público; a los circuitos para que abran los boxes el jueves... Este deporte da pena verlo. Está infestado de problemas que espantan irremediablemente al aficionado potencial. Pero que no cunda el pánico: Yo voy a dar la receta mágica.

No es que dé pena ver este deporte: Es que este deporte se da pena cuando se ve. ¿Lo pillais? El verdadero problema de la F1 es que es un deporte acomplejado, y tiene que mirarse al espejo y gustarse tal como es. Esta es una tarea que nos corresponde a todos: Empezando por los aficionados, y siguiendo por equipos, circuitos, directivos, pilotos... FOA, FIA, FOTA, GPDA... La F1 está sumida en una crisis perpetua, y jamás saldrá de ella hasta que no se dé cuenta de que para tener tantos adelantamientos como le gustaría, tendría que perder un 70% de apoyo aerodinámico, y para eso me meto a correr yo con mi Corsa; hasta que no se dé cuenta de que los trillones de millones de dólares que genera hacen misión imposible dejar a un lado los titulares de politiqueo; hasta que no comprenda que su juego consiste en maximizar el rendimiento de un vehículo, lo que acaba pasando por llevar las normas al límite y discutir por ellas cual párvulos en el patio de la guardería -"sí se vale", "no vale"...-. Basta ya de meternos los dedos en la boca para vomitar el espectáculo perfecto. Nos fríen a encuestas para sacar al deporte de la monotonía, la previsibilidad, acercarlo más a los aficionados, y los que nos pasan estos cuestionarios suelen ser los mismos que si tienen oportunidad recordarán a los que ponen la pasta, desde sponsors hasta televisiones, que se trata del certamen de mayor alcance por detrás de los Juegos Olímpicos, que encima son cada cuatro años. Si no me equivoco, unos 600 millones de personas ven al año algo de F1. Si no me vuelvo a equivocar, eso viene a ser como casi toda la población de Europa. Si tan tostón es, el mundo debe estar lleno de masoquistas. Esto es la Fórmula 1 en estado puro. ¿Nos gusta o no? Si no nos gusta, ¿por qué hemos acabado dedicándole tanto tiempo a estos blogs? Es como si nos conviritéramos en asiduos de un mesón gallego con la esperanza de poder convertirlo poco a poco, a base de sugerencias, en el nuevo chino del barrio. Ya existen chinos si eso es lo que buscamos, igual que existen la NASCAR, Moto GP...

La mayor prueba de todo esto que digo es que un buen día se introdujeron los repostajes obligatorios para pasar a reconocer el fracaso en 2010. ¿No nos dice nada el hecho de que no estemos contentos de ninguna de las maneras posibles? Se cambia la fisonomía de los coches y el resultado no deja de ser igual de pobre. ¿Es que no hay nada que podamos hacer con la Fórmula 1?

Por eso el secreto para tener por fin el deporte que queremos es gritar bien alto este juramento: "Promero fidelidad a la Fórmula 1 por cómo es, no por lo que quiero que sea". Yo me enamoré de ella por cómo es. ¿Y vosotros?

Pero como a nadie le amarga un dulce, ahí va lo que la Fórmula 1 puede ser cuando quiere: