Vaya, vaya. Pasadas séis carreras, el planteamiento de McLaren estaba gravemente en entredicho: Lo que parecía la pareja perfecta, un campeonísimo junto a un debutante lo bastante estelar como para contribuir a la campaña de un equipo puntero, estaba derivando en una guerra civil dentro de la escudería que amenazaba con restar valiosos puntos al vencedor. Y lo que les quedaba.
América tuvo que ponérselos de corbata a los mandamases de McLaren: Lejos de llegar la calma, Alonso se anota las dos carreras con sus dos poles y con Hamilton a por uvas y a por gasolina en mitad de un Safety Car en Canadá.
Tiempos difíciles para el inglés: La desventaja era como para empezar a ponerse las pilas. En Indy tuvo el ritmo, pero como cabía esperar, el equipo volvió a hacer lo de Mónaco para proteger el doblete, con lo que la sangría era de dos puntos más. Al menos Lewis tuvo a partir de este momento un hombro donde llorar en su mentor Ron Dennis y otros tantos en la dirección, mientras le repetían que, a pesar de todo lo que él había sido para McLaren, era insostenible detener a un torbellino como el recién llegado asturiano cuando estaba demostrando en pista que al menos en las circunstancias que había, él cogía más velocidad más rápidamente que el tipo de siempre. Una vez que ellos eran los pilotos elegidos para el 2007, era cosa suya cómo rendir mejor que el del box de al lado. Los mandamases sólo podían rezar para que alguien se revelara como un candidato claro por parte de este equipo, de una vez por todas. El único dedo que movieron fue el estrictamente necesario: A cada piloto le tocaría una vuelta extra en Q3 antes de entrar a cambiar neumáticos una carrera sí y a la siguiente a su compañero.
La tensión interna llegó a un punto de inflexión en el "Magyar Nagydij" o como quiera que ponga en el biombo del podio. Ese sábado, la "extra lap" de marras iba a ser para Lewis. Y, sin embargo, el inglés se quedó con las ganas y se pasó los minutos finales de la calificación maldiciendo a su viejo amigo, el cual tenía a Raikkonen pisándole los talones y prefirió cambiar los planes sobre la marcha, pues de lo contrario ayudar a Hamilton pasaría a significar arruinarse la posición en parrilla mediante una posición en pista tremendamente desfavorable. La paciencia de Lewis fue puesta a prueba en Budapest: Nada más bajar del coche, parecía ir derecho a agarrar al español por el cuello y explicarle cómo se coge polvo de la parte sucia de este circuito sucio mientras se deja pasar al que toca. Sin embargo, la importancia de McLaren en su carrera se siguió haciendo notar, y a pesar de la acalorada reunión con sus jefes, el asunto quedó en agua de borrajas por lo que a ellos respectaba. Al día siguiente, ningún cruce de amenazas, ninguna mala cara a Ron... aunque tampoco una buena. Y doblete con Alonso al frente.
Al fin y al cabo, ya estaba cogiendo el tranquillo a los Bridgestone y al MP4-22. Las siguientes tres carreras superó regularmente a Alonso, en parrilla y en el posterior domingo procesional. Los Ferrari se mantenían a una distancia cómoda en ambos campeonatos, por lo que esto significaba que Lewis por fin empezaba a dominar el mano a mano. Para la gira asiática la diferencia era de dos puntos a favor de Fernando. Pero quién sabe si la réplica en miniatura del mulato que se le encontró a Alonso en la maleta, y que usaba de objeto en el que dejar descansar sus agujas de coser -el decía que era imprescindible llevarlas a los viajes, pues en McLaren los monos se deshilachan mucho- fue la clave para los extraños acontecimientos de los dos sábados en el Lejano Oriente.
Última parte algún día de estos...
El pecado
Hace 1 semana
2 comentarios:
Uno se lleva gratas sorpresas al ir conociendo el trabajo de amigos y compañeros foristas de otro sites, he tardado en descubrir este lugar pero es evidente que será una de mis visitas cuando quiera saber de opiniones de F1.
Un saludo
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