Heikki Kovalainen: Para atrás como los... conejos.
Silverstone es un buen lugar para instalar tu madriguera: A nosotros el asfalto no nos va mucho, suele arder, todo lo contrario que la hierba, así que no lo pisamos casi nunca. Eso evita males mayores cuando durante unos días al año los Fórmula 1 se presentan aquí. Y en lugar de quejarnos como los vecinos de Melbourne o ciertas asociaciones aguafiestas de Valencia, tratamos de disfrutar de lo que nos están trayendo gratis a la puerta. Claro, que si nos subieran los precios y los impuestos como a ellos...
Pero si alguna ilusión teníamos para este gran premio de 2008 era ver despuntar a alguien poco habitual. Seguro que ahora que sabemos el resultado se os ocurre más de un nombre, pero había un chico que lo necesitaba como el comer: Ese era un Heikki Kovalainen al que daba gusto contemplar en la realización de su estilazo, desde nuestro ángulo de visión estilo “cámara en el piano”. Y con un monitor de tiempos, más. Pasadas las 10h –hora en nuestro pueblo- de la mañana, Massa lideraba pero todo apuntaba a que lo perdería al perderse él los últimos instantes de la sesión tras su tortazo. No lo perdió, pero la lucha Heikki-Lewis fue sensacional, cada vuelta mejor que la anterior, fuera la anterior del mismo piloto o de su compañero, muchas de ellas con parciales violetas... pero no lo consiguió ninguno. Pero Heikki se vio de tú a tú con el inglés, al cual batió por milésimas. Por eso nos jugamos el pellejo y nos pusimos al borde de la pista: Porque sabíamos que su confianza le haría dar lo mejor de él a partir de ese momento, y queríamos darnos el gustazo de verle hacer no sólo sectores violeta, sino cronos desmoralizantes para el rival. Enseguida los hizo. Pero es que además, cuando parecía que no podía mejorarse porque nadie lo estaba haciendo, cuando parecía que la pista había empeorado o que todos estaban con cargas grandes de combustible, Heikki se marcó un 1.19.9 que fue medio segundo más rápido que Webber al final de la tarde. ¿Libres 3? Otra vez a merendarse a Lewis, pero en esta ocasión la merienda –mejor dicho, el desayuno-, se tragaba con agua.
Lo que queremos decir con todo esto es que la pole estaba cantada para el que quisiera verla venir. Y si encima nos lo ponen el primero en parar... el resultado es otro medio segundo sobre Webber. Que Heikki se mantuviera ahí al día siguiente era más cosa suya que nunca... pero casi mejor una carrera en seco donde sabría lo que hacer, y quizá sabría a qué aspirar mejor de lo que podríamos conjeturar nosotros.
Todo el trabajo de poner en entredicho a Lewis llevado a cabo viernes y sábado pasó a ser él puesto en entredicho desde la primera curva, o mejor, desde los primeros metros, cuando la arrancada de Hamilton bastó para poner a los McLaren en paralelo hacia Becketts, con toque previo incluido a la zaga de Heikki. ¿Dónde estaba el héroe que nos hizo arriesgar el pellejo que nos quitan cuando ya nos han colgado y estamos al borde de la cazuela, o de ser atropellados por Massa o su hermano gemelo, que diría Briatore? En Stowe no estaba, porque ahí Lewis lo adelantó sin dificultades. Graining, se dijo. ¿Por qué a Heikki? Luego le tocó a Raikkonen. Heikki ya se había puesto en dirección contraria de un trompo pasadas pocas vueltas, mientras el resto de la cabeza se esperó a que lloviera fuerte para hacer a gusto esa clase de cosas. Tuvo sus rifirrafes con Raikkonen y con Heidfeld, cuando los dos adelantaron al otro finlandés, pero todo supo a poco al final, con ese quinto lugar que podía haber conseguido desde cualquier plaza en parrilla decepcionante. Hizo un segundo trompo a lo largo de esas 60 vueltas y sí que consiguió adelantar al renqueante Alonso en los últimos compases. Esa fue la carrera del poleman en pocas palabras.
Por lo visto los conejos somos bastante rápidos copulando, pero sobre todo famosos por nuestra forma de terminar, tirándonos de espaldas a la velocidad del rayo. Algo así fue el gran premio británico de Kova: El orgasmo el sábado y todo el domingo yéndonse hacia atrás.
Y ya sabéis, aquí está el enlace donde participar y votar -por mí, claro-.
Silverstone es un buen lugar para instalar tu madriguera: A nosotros el asfalto no nos va mucho, suele arder, todo lo contrario que la hierba, así que no lo pisamos casi nunca. Eso evita males mayores cuando durante unos días al año los Fórmula 1 se presentan aquí. Y en lugar de quejarnos como los vecinos de Melbourne o ciertas asociaciones aguafiestas de Valencia, tratamos de disfrutar de lo que nos están trayendo gratis a la puerta. Claro, que si nos subieran los precios y los impuestos como a ellos...
Pero si alguna ilusión teníamos para este gran premio de 2008 era ver despuntar a alguien poco habitual. Seguro que ahora que sabemos el resultado se os ocurre más de un nombre, pero había un chico que lo necesitaba como el comer: Ese era un Heikki Kovalainen al que daba gusto contemplar en la realización de su estilazo, desde nuestro ángulo de visión estilo “cámara en el piano”. Y con un monitor de tiempos, más. Pasadas las 10h –hora en nuestro pueblo- de la mañana, Massa lideraba pero todo apuntaba a que lo perdería al perderse él los últimos instantes de la sesión tras su tortazo. No lo perdió, pero la lucha Heikki-Lewis fue sensacional, cada vuelta mejor que la anterior, fuera la anterior del mismo piloto o de su compañero, muchas de ellas con parciales violetas... pero no lo consiguió ninguno. Pero Heikki se vio de tú a tú con el inglés, al cual batió por milésimas. Por eso nos jugamos el pellejo y nos pusimos al borde de la pista: Porque sabíamos que su confianza le haría dar lo mejor de él a partir de ese momento, y queríamos darnos el gustazo de verle hacer no sólo sectores violeta, sino cronos desmoralizantes para el rival. Enseguida los hizo. Pero es que además, cuando parecía que no podía mejorarse porque nadie lo estaba haciendo, cuando parecía que la pista había empeorado o que todos estaban con cargas grandes de combustible, Heikki se marcó un 1.19.9 que fue medio segundo más rápido que Webber al final de la tarde. ¿Libres 3? Otra vez a merendarse a Lewis, pero en esta ocasión la merienda –mejor dicho, el desayuno-, se tragaba con agua.
Lo que queremos decir con todo esto es que la pole estaba cantada para el que quisiera verla venir. Y si encima nos lo ponen el primero en parar... el resultado es otro medio segundo sobre Webber. Que Heikki se mantuviera ahí al día siguiente era más cosa suya que nunca... pero casi mejor una carrera en seco donde sabría lo que hacer, y quizá sabría a qué aspirar mejor de lo que podríamos conjeturar nosotros.
Todo el trabajo de poner en entredicho a Lewis llevado a cabo viernes y sábado pasó a ser él puesto en entredicho desde la primera curva, o mejor, desde los primeros metros, cuando la arrancada de Hamilton bastó para poner a los McLaren en paralelo hacia Becketts, con toque previo incluido a la zaga de Heikki. ¿Dónde estaba el héroe que nos hizo arriesgar el pellejo que nos quitan cuando ya nos han colgado y estamos al borde de la cazuela, o de ser atropellados por Massa o su hermano gemelo, que diría Briatore? En Stowe no estaba, porque ahí Lewis lo adelantó sin dificultades. Graining, se dijo. ¿Por qué a Heikki? Luego le tocó a Raikkonen. Heikki ya se había puesto en dirección contraria de un trompo pasadas pocas vueltas, mientras el resto de la cabeza se esperó a que lloviera fuerte para hacer a gusto esa clase de cosas. Tuvo sus rifirrafes con Raikkonen y con Heidfeld, cuando los dos adelantaron al otro finlandés, pero todo supo a poco al final, con ese quinto lugar que podía haber conseguido desde cualquier plaza en parrilla decepcionante. Hizo un segundo trompo a lo largo de esas 60 vueltas y sí que consiguió adelantar al renqueante Alonso en los últimos compases. Esa fue la carrera del poleman en pocas palabras.
Por lo visto los conejos somos bastante rápidos copulando, pero sobre todo famosos por nuestra forma de terminar, tirándonos de espaldas a la velocidad del rayo. Algo así fue el gran premio británico de Kova: El orgasmo el sábado y todo el domingo yéndonse hacia atrás.
Y ya sabéis, aquí está el enlace donde participar y votar -por mí, claro-.
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